La utilidad del coaching en la comunicación
¿Cómo escuchamos a los demás si no nos escuchamos a nosotros mismos? ¿Cómo entendemos a los demás si no nos entendemos a nosotros mismos? ¿Cómo podemos tener relaciones sanas con los demás si no tenemos relaciones sanas con nosotros mismos? Éstas son algunas preguntas básicas que necesitamos hacernos cuando nos enfrentamos a problemas de comunicación en el ámbito personal, laboral, con nuestros hijos o con nuestra pareja. Preguntas que nos ayudan, por ejemplo, a comprender por qué mi hijo hace todo lo contrario de lo que le estoy pidiendo. ¿Realmente le estoy pidiendo de manera clara, abierta, sin suposiciones lo que necesito? O de lo contrario, ¿estoy pretendiendo que mi hijo sea adivino?
Desde el coaching podemos desarrollar herramientas que nos permitan llegar al fondo de lo que realmente deseamos, necesitamos, queremos y pedimos. Mediante esta herramienta podemos desarrollar las capacidades y habilidades que nos me permitan llegar a mi yo más auténtico y actuar desde allí. Es decir, conocernos mejor para ser más auténticos en las relaciones con los demás. Esto es, tener relaciones sin miedo, sin prejuicio ni juicio, relaciones que merezcan la pena mi entrega, mi trabajo y mi dedicación.
Trabajar el autoconocimiento no es algo que esté de moda, ya lo decía Galileo Galilei por el s.XVI: “la mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo”. Y es que conocernos no es solo saber qué me gusta y qué no, no es solo saber cuál es mi plato de comida favorita, o qué tipo de música me gusta. Conocernos a nosotros mismo va mucho más allá de los estereotipos del conocimiento, está más relacionado con saber desde dónde actúo, si actúo desde mi “yo sincero” o desde mi “yo egóico”. ¿Mi “yo sincero”? ¿mi “yo egóico”?…. Mi “yo sincero” no se siente herido, no espera nada de nadie, no pone sus expectativas en función de lo que hagan o dejen de hacer los demás, sino que pone el foco de atención en sí mismo, mira hacia dentro. Por el contrario, mi “yo egóico” pone el foco de atención fuera, espera que los demás piensen y actúen como quiero. Además, a menudo lo que digo no es lo que quiero, porque, la mayoría de las veces, cuando actúo desde mi “yo egóico”, estoy tan pendiente de los demás que lo que digo no es lo que deseo. A su vez, la mayoría de las discusiones entre los seres humanos se generan desde el “yo egóico” que quiere tener la razón siempre.
Cuando nos conocemos a nosotros mismos a fondo, desde lo que somos en esencia, podemos crear relaciones más sanas, más sinceras, más auténticas. Podemos entablar relaciones que nos complementen, desarrollando conversaciones libres de reclamos, llenas de espacios de comprensión, lucidez y tranquilidad.
Y tú… ¿Te conoces lo suficiente? ¿Sabes qué quieres o te dejas llevar excesivamente por tu entorno? ¿Quieres tener siempre la razón? ¿Sabes escuchar a los demás?
Paola Z. Chacón